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domingo, 29 de marzo de 2020

El libro



Gregario compañero que vive en grupo
pero que siempre actúa solo.
Puedes comprarlo, pero nunca será tuyo.
Podrás amarlo, pero no te pertenece.
Es el único que conoce cómo acaba la historia.
No se sabe muy bien qué estrategia utiliza para conquistarte.
No precisa campanas para convocarte.
No te llama, no te mira, no te habla;
no se empeña en gustarte.

Desde la pequeña estantería
o desde la gran biblioteca a la mesita de noche,
viaja como un rayo para iluminarte.

Sabe -como nadie- de confidencias,
de secretos contados entre brillos de flexo,
del inmenso placer de una tarde de lluvia,
de noches en vela, de amores ocultos,
de bandidos que asaltan en callejones,
de piratas que braman en islotes perdidos,
de lo sueños que duermen en hombres sencillos,
de caminos estrechos entre bosques extraños,
de cada peldaño que va subiendo escaleras,
de manos entrelazadas y de miradas perdidas
entre largos silencios;
sabe -como nadie- qué fibra tocarte.

Enemigo de la prisa y de las pocas palabras.
Ameno compañero en pesados viajes.

Maestro embaucador que alivia sobresaltos
y destila esperanzas con dulzor alcohólico,
te va adormeciendo entre sueños de papel
y en sus brazos te lleva y te entrega a su magia.

No sé si –como dicen- será el mejor amigo,
pero yo siempre llevo un libro conmigo.

Carlos Bernal
24 de febrero de 2013.

sábado, 28 de marzo de 2020

Pongamos que hablo de...


A ti


L ienzo pintado
U nicamente entre dos;
C ielo
mposible
A ntes de conocerte


L uz de mi vida entre la
U mbría existente.
C asa con muros;
ncierto pasado,
A nsiado futuro.


L umbre de hogar
U ngido,
C ertero presente.
I  nmenso mar
A nclado en mi mente.




jueves, 26 de marzo de 2020

Somníferos que no te duermen...





Me siguen gustando los sonidos
que ayudan a transitar en duermevela.
 

Son somníferos que no te duermen,
como el vaivén del estado febril;
como el ritmo acomodado del soneto
y sus acertadas pausas gráciles.
El tempo suave de las dulces flautas.
La brisa leve del marítimo
que mece flequillos juveniles.
La risa abierta sin estridencia.
El descorche del momento feliz.
El Do perfecto de los gorriones.
El sopor amable de la indolencia.
Los ruidos de los puertos pesqueros.
La música romántica cuando se enfada…


Pero también el piano forte
cuando tiene que serlo;
y el trueno en mitad de la tormenta
por no perder su prestigio.
El maleficio de las brujas de Salem
con sus amarillentas explosiones.
Las detonaciones de los artificieros
salvando vidas de película.
El estruendo que formó Moisés
separando las aguas del Mar Rojo.
El cañonazo lejano que da las doce.
Un martillo machacando a cuatro calles.
Los niños jugando a una distancia prudencial.
Los vídeos de los líderes con el sonido en mute.
La mascletá que se ha quedado en silencio…
 

Y aquellos ejes de la carreta
que Atahualpa dejó sin engrasar.

Carlos Bernal
26 marzo 2020.

martes, 17 de marzo de 2020

Las horas pasan lentas


 

Músicas y libros y poemas son las horas de estos días de encierro que están devolviendo su importancia a la ventana, su dignidad al balcón degradado en depósito de bombonas, expositor de banderas o en vivero de macetas vacías y útiles de un sueño de jardín nunca cumplido. Tarea de fin de semana anclado ahora en quincena, parado en el tiempo como un despertador que se ha olvidado de sonar. 

El barrio está jugando al escondite, pero cada uno en su casa, como esos niños pequeños que se esconden aunque todo el mundo los está viendo.

Asemeja el césped del parque de enfrente las verdes praderas recorridas ahora solo por perros hambrientos de carrera y dueñas con ganas de lo mismo.

Las atracciones infantiles, -chirridos al viento con sello y cinta policial-, son ahora castillo donde se parapeta la tarde con cara de aburrimiento.

A las ocho asomarán otra vez aplaudiendo los balcones y las ventanas, sonando con todo lo que sea capaz de sonar. Será la señal de que seguimos vivos. 

Carlos Bernal
17 marzo 2020




viernes, 13 de marzo de 2020

Orfandad

P. Picasso: Mujer con mandolina


Hay poemas que no son de ningún libro;
que solo son unas cuantas letras sueltas
que respiran dentro de un verso,
sin saber que son las letras de ese verso.

Como hay amores que no son de nadie
porque a nadie le duele que amen;
que solo son un puñado de sueños
que existen mientras alguien los sueña,
y que mueren con la luz que despierta.

Como hay paisajes que viven en pinceles,
y notas que nadan partituras
como peces encerrados en peceras.
Y amaneceres sin sol que los despierte,
y noches que no dejan ser dormidas.

Hay corazones que no saben que laten;
escalones que lloran mientras suben,
o que ríen cuando bajan a la calle
sin saber el porqué de su escalera.
 

Y poemas que nunca verán libros,
solo letras anidando entre unos versos;
esperando como esperan las canciones,
escondidas entre cuerdas de guitarra,
amarradas como barcos a los puertos.

Carlos Bernal
13 marzo 2020.

viernes, 6 de marzo de 2020

Mar, siempre el mar...




El paseo apenas se fija,
-las voces van a otra cosa-

pero la piedra se desgasta
y el negro hierro se oxida.

La vida transcurre;
el mar no tiene prisa.
Con su cincel de tiempo,

con su brisa de Universo,
día a día nos modela.

Unas veces dulcemente,
otras veces con más furia.
Pero sin pausa, al final,
su tenacidad nos vence.

Porque el mar no le perdona
su impostura a la escollera
ni a la reja su osadía.

Y si hay que posicionarse
-cuestión hoy ineludible-,

declaro para que se sepa:

Que entre piedra de espigón,
hierro de barandilla
o mar que todo lo cubre,
prefiero las olas que envuelven
al viejo metal oxidado
y a la roca ya deshecha.

¡Cuánto habría que aprender
de su inmensa paciencia!

Vuelvo a por el mar a la playa,
a estirar mis anhelos al sol


y a orillar irresponsables.

Carlos Bernal
6 marzo 2020.

domingo, 1 de marzo de 2020

Harto ya de estar harto...

Y no hablaré ya de otra geografía
que no sea la que a mis ojos se presenta
y me ofrece cada día su belleza
desde un mar de silencios azulados

No me interesa la que otrora me informara
del contenido de orografías inhumanas;
del tsunami de la política ramplona,
del progreso de sus plantas trepadoras,
o cómo extienden sus tallos rastreros.

Ni del curso y los meandros de sus ríos,
o los rápidos saltando los escaños,
ni la selva de las tardes del Congreso
con sus aullidos de mono babuino.


Carlos Bernal
1 marzo 2020