Músicas y libros y poemas son las horas de estos días de encierro que están devolviendo su importancia a la ventana, su dignidad al balcón degradado en depósito de bombonas, expositor de banderas o en vivero de macetas vacías y útiles de un sueño de jardín nunca cumplido. Tarea de fin de semana anclado ahora en quincena, parado en el tiempo como un despertador que se ha olvidado de sonar.
El barrio está jugando al escondite, pero cada uno en su casa, como esos niños pequeños que se esconden aunque todo el mundo los está viendo.
Asemeja el césped del parque de enfrente las verdes praderas recorridas ahora solo por perros hambrientos de carrera y dueñas con ganas de lo mismo.
Las atracciones infantiles, -chirridos al viento con sello y cinta policial-, son ahora castillo donde se parapeta la tarde con cara de aburrimiento.
A las ocho asomarán otra vez aplaudiendo los balcones y las ventanas, sonando con todo lo que sea capaz de sonar. Será la señal de que seguimos vivos.
Carlos Bernal
17 marzo 2020
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martes, 17 de marzo de 2020
Las horas pasan lentas
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Pero, al menos tenemos horas, Carlos.
ResponderEliminarClaro, Joaquín, y ojalá las sigamos teniendo mucho tiempo. Horas lentas es solo una descripción simple de lo que veo desde mi ventanal. No pretende ser otra cosa.
EliminarMe encanta esta forma tuya de exponer la actualidad.
ResponderEliminar"Los parques infantiles chirridos al viento", es que he visto el columpio mecido y solitario.
Gracias, amigo. Son días de observar mucho la realidad circundante. Somos -cada día más- una especie muy curiosa y digna de estudio...
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