El paseo apenas se fija,
-las voces van a otra cosa-
pero la piedra se desgasta
y el negro hierro se oxida.
La vida transcurre;
el mar no tiene prisa.
Con su cincel de tiempo,
con su brisa de Universo,
día a día nos modela.
Unas veces dulcemente,
otras veces con más furia.
Pero sin pausa, al final,
su tenacidad nos vence.
Porque el mar no le perdona
su impostura a la escollera
ni a la reja su osadía.
Y si hay que posicionarse
-cuestión hoy ineludible-,
declaro para que se sepa:
Que entre piedra de espigón,
hierro de barandilla
o mar que todo lo cubre,
prefiero las olas que envuelven
al viejo metal oxidado
y a la roca ya deshecha.
¡Cuánto habría que aprender
de su inmensa paciencia!
Vuelvo a por el mar a la playa,
a estirar mis anhelos al sol
y a orillar irresponsables.
Carlos Bernal
6 marzo 2020.
Precioso Carlos, como Marinero en Tierra
ResponderEliminarGracias, Francisco, me alegro de que te haya gustado. Un fuerte abrazo.
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