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sábado, 30 de enero de 2021

Hay impaciencia en la palabra impaciencia

 


 

Hay impaciencia en el sol adolescente
que no logra despejar la niebla,
en el bullicio de la puerta del colegio,
en el estreno de los amantes,
en la siembra del pan de mañana,
en la llegada del tren de cercanías.

Hay impaciencia agotada en la noche
que tiene insomnio en un claro de luna,
y se duerme -con las luces del alba-
en la espesura verde del bosque.

Hay impaciencia en el botón del ascensor 
como en las teclas del mando a distancia;
en el ámbar de todos los semáforos 
y en las franjas del paso de peatones.


Hay impaciencia en los saltos del taxímetro,
en las maletas que giran aeropuertos,
en las guitarras desafinadas,
en los anzuelos de todas las cañas.

Hay impaciencia en los versos del poeta
encarcelados entre rejas de palabras
que no permiten decir lo que siente.

Hay impaciencia en el decreto que se anuncia,
en los actos preelectorales,
en los pactos poselectorales,
en la suma de votos calculada,
en el estribillo de las legislaturas.

Hay impaciencia en la bocas silenciadas
por otra boca que impone silencio;
y como broca taladrando conciencias,
contagiará impaciencia a otras bocas.

Hay impaciencia en el olor de la flores
como en los carros del supermercado;
como en las calles, en las aceras,
como en los toldos que anidan terrazas.

Hay impaciencia en el sabor de los besos
y en los abrazos tanto tiempo olvidados.
Impaciencia en las oscuras golondrinas
que no van a colgar de tus balcones.

Hay impaciencia en los sueños dormidos
por poder soñarse despiertos,
y en los diques que contienen el silencio
que deambula las noches del puerto.

Hay impaciencia en los ruedines
de las bicis de los niños pequeños;
en los cangilones y en las ruecas
de las norias con siglos de vida;
en los hamsters desesperados
que siguen corriendo sin meta;
en las viejas teclas del piano
esperando ser rescatadas.

Y qué impaciencia la de aquéllos
que ansían llegar primero;
empujan mientras circulan
sobrevolando autopistas;
demuestran su inteligencia,
en proporción siempre inversa
a la velocidad alcanzada.

Carlos Bernal
Actualizado 6 mayo 2022.

sábado, 23 de enero de 2021

LA VENTANA



Mantengo la vista en el cristal de la ventana.
Insisto en el encuadre de mar y azoteas.
Adivino barcos en un diluido horizonte.
En las azoteas, las antenas reciben
electromagnéticas mentiras:
su tóxico mensaje,
su malsana estridencia,
su osada ignorancia. 

Abajo, en la calle,
apresurados camareros
guillotinan persianas.
Un tráfico dodecafónico
-entre madres escolares-
desafina la tarde.

Carlos Bernal
23 enero 2021.


jueves, 21 de enero de 2021

Día 21 del año 21 del siglo 21


 

Camino entre la solemnidad silenciosa de los barcos atracados.
 

Un ritual que no por repetido pierde sus notas sorpresivas:


Un ruido de motor nuevo
Otras o las mismas gaviotas
El trapear de las velas
La huida de banderas asustadas por el viento
El cabeceo de proas saludando la mañana
El balanceo procesional de los palos mayores
La soberbia resistencia de los diques del puerto
La borrasca que acecha
Las quillas silbando tormenta
El absurdo griterío de alegres pavanas
que se disputan la orilla entre chasquidos de olas.

Y mis pasos encorvados frente a un viento borrascoso,
que no deja más opciones que el camino de regreso.


Carlos Bernal
21-21-21.

domingo, 3 de enero de 2021

Enhebrar esperanzas

A mis hijos, hace ya algunos años

 

Os imagino –como a tantos-
enhebrando una esperanza,
intentando que entre un sueño
por un ojo tan pequeño
como la suerte alcanza.
 

Os adivino sopesando,
-entre los pros y los contras-
de salir a mar abierto
o buscar refugio en puerto
hasta que vuelva la bonanza.

Supongo el sentimiento:
No cejar en el intento
Seguir enhebrando esperanzas.

Aunque con estos vaivenes, 
-y esa aguja que tiene
un ojo tan pequeño-,
es difícil acertar.

Pero más raro es soñar
y que se cumplan los sueños.
 

Carlos Bernal
Actualizado en abril 2019

UN ADVERBIO ES SOLO UNA EXCUSA



A menudo ando arriba y abajo,

haciendo exactamente nada.
Manipulo un poco la realidad.
Ayer estuve donde no estaba,
y hoy ya no sé qué será.


A veces juego con los adverbios. 
Es una buena excusa para escribir
cuando no hay mucho horizonte
por descubrir, y a mares 
salen del armario, a más no poder,
letras a todo pulmón.

Un adverbio es una forma de disculpa,
y suelo decir nunca 
cuando sé que ha sido siempre.

Me demoro en un después
por no enfrentarme al ahora;
y aunque sé que mañana será tarde,
como ya me gusta mi hoy,
difícilmente pongo un cuándo.

Si cuanto espero ya me ocurre
y adonde voy no me preocupa,
y estoy donde deseo estar,
¿A qué andar a gatas buscando
punto por punto algo más?

Tampoco veo claramente
el por qué ni el para qué.
¿Verdaderamente hay que correr?
¿Adónde vamos tan deprisa?

Sé que me disuelvo en la risa
y que detrás de un tal vez pongo otro,
y detrás de otro pongo un quizás.

Es obvio que doy por cierto
que todo lo que sea será aquí,
o nada será nunca jamás.
No sé si habrá un más allá,
pero mientras espero, fácilmente,
a lo mejor, llega la eternidad.

Carlos Bernal
2 enero 2021