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domingo, 29 de noviembre de 2020

A veces suena la flauta


 

El pintor se funde día tras día en su paleta. Intenta allí colores que sus ojos le dictan y que proyecta en trazos a lienzos raramente apreciados. La pequeña ventana que da a la calle solo deja ver los pies de los transeúntes. Una tenue luz se filtra hasta su estudio en el sótano prestado, y le ayuda a bucear una realidad que preside la pobreza y la desesperanza. Busca ese algo inconfundible que le dé un estilo propio. Necesita destacarse del resto de los que exhiben sus cuadros cada domingo en la Plaza Mayor.
Un día, la ruleta de la fortuna se parará en su casilla. Una joven galerista querrá ver arte más allá de los ojos profundos y azules del pintor…
 

El músico intenta afinar una vida que no le ha traído demasiada armonía. Aporrea su viejo piano denodadamente. Emborrona partituras que nadie se va a molestar en leer, y mucho menos en interpretar. Cuando pone -al fin- un título a su pretendida ópera rock, está resuelto a seguir llamando a los mismos teléfonos de otras veces, tocando los mismos timbres, enviando los mismos correos. Yendo a ver a los mismos productores que nunca le dieron más que buenas palabras.
Pero -oh, destino caprichoso- el protagonista de su última obra es un futbolista que, salido de la miseria más absoluta, había conseguido triunfar en el top del mundo pelotero, che.
Y como coincidía que horas antes había fallecido un futbolista que se ajustaba perfectamente al personaje, pues fue el primero en tener un musical de tres horas de duración ya terminado, impreso, y listo para ensayarse.
Y el productor vio miles de euros acercarse a toda velocidad hacia su cuenta corriente…



El poeta se cultiva entre sus versos. No los escribe, prefiere sembrarlos y esperar a ver si brotan; aguardar a que afloren su boca, a que arraiguen su cuerpo, a que ramifiquen su piel. Piensa que si no es así, no habrá poesía, y él no será poeta. Podrá ser un juntaletras, un rimador de palabras, un habilidoso ripiador. Pero no será poeta. Por eso se desvive transitando madrugadas. Por eso se desgarra cantando sus tristezas. Por eso se desboca en un galope sin destino. Porque no será poeta si no sabe atravesarte, si no puede deshojarte, si no consigue que vibres; si no se instala entre tus lágrimas; si no te abrasa con su canto; si no te cala hasta las trancas…
El poeta una vez aprovechó un concurso y se enfundó un segundo premio. Después siguió escribiendo y publicando gracias a un apiadado editor. Nunca tuvo mucha fama. Pero a él le bastaron sus cosechas de poemas.

…………..


Años después, acrílicos críticos crónicos, glosan cosas como éstas:


Ese brochazo lanzado con brusquedad por el pintor, ocupando el centro del lienzo, nos muestra al genio en medio de su adolescente aprendizaje, la causa rebelde de un artista que ha trascendido en el tiempo…

………….

Las notas dulces, suaves, de ese piano que va agrandando nuestra imaginación en un mágico crescendo incomparable, nos deja aislados en medio de la increíble tormenta de su fortissimo finale…

………..

Los campos rojos de amapolas que el poeta va dibujando palabra a palabra, verso a verso, no son sino la metáfora de otra vida; aquélla que otrora surgía cada amanecer asomado a su ventana, mientras su madre acicalaba sus cabellos…  

…………


Sin embargo, más allá de la obligación editorial de tener que escribir una crítica, ellos saben que a veces suena esa flauta que normalmente permanece en silencio. La cosa es si suena por casualidad o lo hace repartiendo una justicia esperada.


Carlos Bernal
28 Nov 2020.


miércoles, 25 de noviembre de 2020

Réquiem por el tiempo

 



(Adaptación a poema del texto homónimo de Fernando Aramburu)

¿Y si lo único que vive es el tiempo,
el infeliz, el hastiado tiempo que necesita,
para entender su soledad,
de criaturas breves que lo conciban?

El tiempo que sueña con ser medido.
El tiempo que sostiene lo que hay,
lo que arde en su vasta oquedad.

El tiempo late angustiado
en el reloj y un segundo después,
se va a saltar por las estrellas.
El tiempo subsiste en mí y en ti
y en la araña y en la hiedra
a la manera de un parásito
que destruye lo que habita.

El líquido que llena mi cesto de jornadas,
escurriéndose sin cesar por las ranuras,
va dejando un reguero de gotas
vividas a lo largo del camino.

Hoy siento lástima del tiempo.
Hoy acaricio con mano compasiva
el lomo de esa niebla itinerante.
Y el tiempo me lame las lágrimas
con sus días y sus noches.
Pasa por mi lado
agitando su cola de momentos.
El generoso tiempo deposita
una guirnalda de horas a mis pies.

El tiempo a quien todos inculpan,
a quien todos difaman y abandonan.
El tiempo que ni fluyendo
puede escapar de sí mismo.

Me da pena que un día se muera
el tiempo sin nadie que lo llore,
sin que haya una mano amiga
que le cierre los párpados, a él,
pobrecito, al único acaso
que tuvo vida entre nosotros.


Fernando Aramburu. (del libro Autorretrato sin mí)
 

Adaptado por Carlos Bernal
Enero de 2020.

sábado, 14 de noviembre de 2020

Nunca en subjuntivo

 

De nada sirve dolerte en subjuntivo
-si yo hubiera hecho, si yo hubiese sido-.

Un recurrente pasado de nostalgia
solo nos deja un presente deprimido
y un futuro, tal vez, sin esperanza.

De nada sirve lamentarte en subjuntivo
-si yo hubiera hecho, si yo hubiese sido-.

Habrá que poner el presente en la balanza
y  sopesarlo con osada valentía,
con ilusiones, con proyectos,
con la magia que exhala el cada día,
con la oscura posibilidad de fracaso,
con la clara voluntad de triunfo.

De nada sirve anularte en subjuntivo
-si yo hubiera hecho, si yo hubiese sido-.

En la vida, casi siempre, hay dos caminos:
El derecho y el torcido,
la autopista y el sendero,
el cómodo y el tortuoso;
el que tomaste…
y el otro.
Adivina en cuál de éstos
suele vivir la mentira.
En el otro, por supuesto,
está tu “yo verdadero”.

De nada sirve, esperar en la ventana
y castigarte en subjuntivo
-si yo hubiera hecho, si yo hubiese sido-.
 

Ponte las botas, mañana,
y vete a andar los caminos.

Carlos Bernal 
Abril 2013.





 

sábado, 7 de noviembre de 2020

El NORAY



Eran los años finales de la década de los sesenta. Los ceutíes de entonces, demasiado jóvenes entonces, teníamos un lugar al que acudir. Un lugar donde refugiar nuestra pobreza (ni un duro, oiga). Un lugar donde cobijarnos en las tardes de lluvia de aquel otoño en que empecé a cortejar a aquella chica también demasiado joven que estudiaba en la cercana Escuela de Comercio. Un lugar donde cantar con mi vieja guitarra acompañando las voces de aquellos que quedamos en llamar “La Basca” (un grupo de melenudos y barbudos que ilusionaban con cambiar el mundo y que ya oían a Victor Jara y a otros clandestinos). Un lugar que ocupábamos prácticamente y donde solo podía invitar algún afortunado que acababa  de cobrar una actuación (solían ser los componentes del grupo Sensación: Juan, Pepe, Luis, Antonio y Juan Carlos). Un lugar donde escribíamos las primeras canciones (hasta una ópera rock compusimos que, más en broma que en serio, titulamos Profilaxis Social). En ese lugar, su dueño, Fructuoso Miaja, desde detrás de sus enormes gafas, nos observaba con su gesto bonachón, permitiéndonos todo.

Ese lugar entrañable era El Noray. Un bar en las Puertas del Campo, en los bajos de los pabellones militares, frente a los Jardines de La Argentina, que tanto saben de mí.

Allí, detrás de unas enormes cristaleras que cogían todo el local, muchos jóvenes cobijamos nuestros sueños mientras empezábamos a percibir un cierto olor a libertad. Siempre había una guitarra a mano para que cualquiera enseñara los acordes de la última canción que había sacado. O hablábamos de música y de libros de autores prohibidos que algunos empezaban a conocer. Allí ideábamos festivales de música y actuaciones que luego se quedaban en nada o que en el mejor de los casos llevábamos al directo en el escenario del salón de actos del cercano instituto de Enseñanza Media, el único instituto que había por entonces en Ceuta. Más de una canción escribí en esas mesas, al socaire del viento de levante que afuera no invitaba al paseo.

Justo enfrente y solo cruzando la calle y si la meteorología lo permitía, la tarde nos abrazaba en los bancos de ladrillo de los Jardines de la Argentina. Ese verano, los amigos que ya estudiaban en la universidad nos contaban cosas que a mí me parecían de otro mundo, historias de asambleas de estudiantes, de policía entrando a caballo en el campus universitario, carreras por la zona huyendo…  Ese verano, y en ese jardín, se formalizó mas de una relación de pareja; algunos todavía siguen juntos más de cuarenta años después.

Pero volvamos dentro, al Noray. Hay imágenes que se quedan grabadas para siempre y no sabes porqué.

Muchas de aquellas tardes en las que dábamos la tabarra con nuestras músicas y sin tomar ni un café, observaba que desde una mesa en la esquina cerca de la ventana, al oír nuestras canciones, unos señores mayores nos miraban desde el silencio de sus gafas, con una sonrisa en la cara y un brillo especial en los ojos. Nosotros no lo sabíamos, pero allí se estaba fraguando el futuro PSOE de Ceuta.

Pasados los años, ya fuera de Ceuta, me enteré de su historia, me alegré de que fuera alcalde y senador y entendí por qué en El Noray se respiraba libertad en 1969. Me enteré por la prensa de su fallecimiento y leí con tristeza que Fructuoso intentó siempre mantener unida a la reñida familia socialista ceutí.

El Noray, desaparecido ya hace años, fue para un buen puñado de jóvenes una buena escuela. Los que no lo conocieron, cuando pasen por aquellos soportales, párense un momento y escuchen y respiren. Tal vez por allí quede algo flotando en el ambiente.

 

Carlos Bernal.

(Artículo publicado en el Faro de Ceuta, el domingo 27 de marzo de 2019)

 

viernes, 6 de noviembre de 2020

Si tú me lo preguntas



I

La poesía es un lugar seguro
donde ni llueve ni nieva.
Es tu propia trastienda;
una ristra de palabras
que ni sienten ni padecen.

Y es que es tan fácil decir cosas
de forma que nadie entienda…
Con una pluma de agua,
con hilos de tiempo,
con la espuma de la ternura,
la sencillez del estudiante…
Y que tal vez, seguramente,
ni el que escribe las sienta.

Eso al menos es lo que dicen
aquellos que nunca han sentido
en la piel un escalofrío,
el ahogo en la garganta,
mariposas en el estómago,
la injusticia en las entrañas,
el dolor del oprimido
cuando se cansa de gritar;
el encanto de la risa
en los ojos de los niños;
los sollozos de las madres
con el sufrir de sus hijos;
los silencios del poder
-maldita sea su estampa-;
la indolencia de los pueblos
con la espalda doblada
ante su amo y señor;
el milagro del amanecer,
las miradas de la Luna,
el vértigo de los ríos
corriendo hacia la mar,
el abrazo del amigo,
la pasión amorosa…

Y así tanta y tanta cosa
que nos ayuda a estar vivos.




II

Poner en un papel lo que dirías
a los que ya no están,
acaso sea poesía.

Porque en ese recordar
hay un campo regado
con lluvia de sentimiento,
y abonado con nostalgias
de un tiempo de universo.

Un fruto que ha crecido
en el lento transcurrir
de las curvas de la vida.
Dorado al sol del olvido.
Recogido en la memoria selectiva
y filtrado entre las tramas
de los visillos del tiempo.

Un presente curado
a la sombra del pasado.


III

Es bastón de senderismo,
son luces dentro de un túnel;
son palabras que se unen
y confían en sí mismo.

Es edredón para el invierno,
y rincón de plenitud.
Es amor de juventud,
y sueños -por si me duermo-.

Urge la última copa.
Ama como el primer beso.
Duele a veces, y es por eso
explosiva, sol que brota.

Un argumento de peso,
un peldaño en la escalera,
un nombre en la carretera,
la nostalgia del regreso.

Es un buen protector,
la experiencia del experto;
un cristal para un espejo,
la tesis para un doctor.

Una sombra en el desierto,
restauración de un destrozo;
cristalina agua de pozo,
sueño que vivir despierto.

Es un placer entre dientes
para contar en voz baja;
es la luz que te relaja,
mirar la Luna creciente.

La tarde de plazoleta
con niños jugando a “tula”;
el tiempo que desfigura
luz en añil y violeta.


Pero también podría ser:

El envés de una mano nervuda
El verso que vive libre
La edad aceptada por convenio
Lo que piensan los que te importan
La mujer que entregó su vida
El timón de una vieja goleta
La tragedia del teatro de Lorca
El sabor de los vinos vividos
Los ojos entornando recuerdos
El olvido esperando en la puerta
La renta del trabajo cumplido
El viento susurrando cristales
La música que sigue rondando
Las calles azotando Poniente
Un saco que llevar a la espalda…

Y los amigos, que ojalá estén siempre.



IV


Si tú me lo preguntas,
no creo que poesía seas tú,
ni yo, ni nadie.

No es el vuelo de las aves,
ni los sueños soñadores,
ni tu risa en los espejos
de los cristales del río,
ni los peces de colores,
ni los versos que te envío…

Es un estado del alma.
Y más allá, es un oficio,
un trabajo de artesano,
de meticuloso orfebre,
de paciente relojero
que tiene el tiempo en sus manos;
de enamorado escribiente
que siente a la vez que canta.

Tal vez más fácil que eso,
la poesía sea un exceso.


Carlos Bernal
Actualizado, 16 Nov 2020



 

martes, 3 de noviembre de 2020

Ojalá este noviembre

 

Despertó noviembre entre dos luces,
la de la calle que desoye razones
y la de los corazones sobresaltados.

Despertó encerrado entre paréntesis,
como una frase aclaratoria.

Despertó sin pena ni gloria.

Despertó de una noche de insomnio,
como despiertan las borracheras.

 
Despertó asustado,
como despiertan las pesadillas.
 

Llegó como siempre llega,
con gusto en la boca a frutos secos
y en el alma olor a crisantemos.

Pero trae también -sabemos-
días llenos de incertidumbre,
pendientes de hilos invisibles
que nos mueven arriba y abajo,
como a marionetas de un destino
nunca escrito en ningún libro.

Despertó noviembre entre el desvarío
de tanta cabeza hueca
y la sorpresa de los que creímos  
que ya nada nos sorprendería;
entre la tibieza de los que piensan
que lo que ocurre no va con ellos,
y el dolor y el sufrimiento
de los que van perdiendo esta guerra.

Ojalá la Tierra, en noviembre,
recupere la conciencia perdida,
o gane la que nunca tuvo.
Y los hombres que la habitan coincidan
en cuidar la vida de todos,
vengan de donde vengan,
y piensen como quiera que piensen.

Carlos Bernal

3 Nov 2020.