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viernes, 6 de noviembre de 2020

Si tú me lo preguntas



I

La poesía es un lugar seguro
donde ni llueve ni nieva.
Es tu propia trastienda;
una ristra de palabras
que ni sienten ni padecen.

Y es que es tan fácil decir cosas
de forma que nadie entienda…
Con una pluma de agua,
con hilos de tiempo,
con la espuma de la ternura,
la sencillez del estudiante…
Y que tal vez, seguramente,
ni el que escribe las sienta.

Eso al menos es lo que dicen
aquellos que nunca han sentido
en la piel un escalofrío,
el ahogo en la garganta,
mariposas en el estómago,
la injusticia en las entrañas,
el dolor del oprimido
cuando se cansa de gritar;
el encanto de la risa
en los ojos de los niños;
los sollozos de las madres
con el sufrir de sus hijos;
los silencios del poder
-maldita sea su estampa-;
la indolencia de los pueblos
con la espalda doblada
ante su amo y señor;
el milagro del amanecer,
las miradas de la Luna,
el vértigo de los ríos
corriendo hacia la mar,
el abrazo del amigo,
la pasión amorosa…

Y así tanta y tanta cosa
que nos ayuda a estar vivos.




II

Poner en un papel lo que dirías
a los que ya no están,
acaso sea poesía.

Porque en ese recordar
hay un campo regado
con lluvia de sentimiento,
y abonado con nostalgias
de un tiempo de universo.

Un fruto que ha crecido
en el lento transcurrir
de las curvas de la vida.
Dorado al sol del olvido.
Recogido en la memoria selectiva
y filtrado entre las tramas
de los visillos del tiempo.

Un presente curado
a la sombra del pasado.


III

Es bastón de senderismo,
son luces dentro de un túnel;
son palabras que se unen
y confían en sí mismo.

Es edredón para el invierno,
y rincón de plenitud.
Es amor de juventud,
y sueños -por si me duermo-.

Urge la última copa.
Ama como el primer beso.
Duele a veces, y es por eso
explosiva, sol que brota.

Un argumento de peso,
un peldaño en la escalera,
un nombre en la carretera,
la nostalgia del regreso.

Es un buen protector,
la experiencia del experto;
un cristal para un espejo,
la tesis para un doctor.

Una sombra en el desierto,
restauración de un destrozo;
cristalina agua de pozo,
sueño que vivir despierto.

Es un placer entre dientes
para contar en voz baja;
es la luz que te relaja,
mirar la Luna creciente.

La tarde de plazoleta
con niños jugando a “tula”;
el tiempo que desfigura
luz en añil y violeta.


Pero también podría ser:

El envés de una mano nervuda
El verso que vive libre
La edad aceptada por convenio
Lo que piensan los que te importan
La mujer que entregó su vida
El timón de una vieja goleta
La tragedia del teatro de Lorca
El sabor de los vinos vividos
Los ojos entornando recuerdos
El olvido esperando en la puerta
La renta del trabajo cumplido
El viento susurrando cristales
La música que sigue rondando
Las calles azotando Poniente
Un saco que llevar a la espalda…

Y los amigos, que ojalá estén siempre.



IV


Si tú me lo preguntas,
no creo que poesía seas tú,
ni yo, ni nadie.

No es el vuelo de las aves,
ni los sueños soñadores,
ni tu risa en los espejos
de los cristales del río,
ni los peces de colores,
ni los versos que te envío…

Es un estado del alma.
Y más allá, es un oficio,
un trabajo de artesano,
de meticuloso orfebre,
de paciente relojero
que tiene el tiempo en sus manos;
de enamorado escribiente
que siente a la vez que canta.

Tal vez más fácil que eso,
la poesía sea un exceso.


Carlos Bernal
Actualizado, 16 Nov 2020



 

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