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sábado, 30 de julio de 2022

Una historia por capítulos cortos. Capítulo 1

 

 

Escondido, el cerebro, siempre moldeando la realidad para engañarse y engañarnos.

 

CAPÍTULO N

EL JEFE

Supongo que ahora es cuando hay que decir que soy hijo de una familia de nosequé, que siempre vivieron de loquesea. ¡Qué va, hombre, qué no!

Baste en este momento decir que recuerdo la infancia como un tiempo feliz…

Y esa es otra, ¿qué pátina de sustancia dulzona le pondrá nuestro cerebro encima siempre al pasado para que lo recordemos como un tiempo mejor? Cualquiera sabe, habrá que preguntarle a los científicos, porque en estas páginas poca ciencia encontrareis. 

Pero lo que está claro es que nuestro más querido mentiroso vive dentro de nuestra cabeza, ahí, escondido. El cerebro elabora cosas que nunca han ocurrido o va moldeando a su antojo las que sí han pasado, para hacernos sentir mejor con nosotros mismos, y así de paso, poder culpar con tranquilidad al mundo de todo lo malo que pueda habernos ocurrido. Y esto no tiene nada que ver con mentir conscientemente. No, la mayor parte de las veces que contamos algo no estamos mintiendo, solo relatamos los hechos tal y como los recordamos; pero casi siempre lo que ocurrió de verdad se parece poco a lo que recordamos.

A este extraño compañero de viaje, inseparable, insufrible casi siempre, pero también imprescindible, a nuestro cerebro, en adelante lo llamaremos “el jefe” porque es quien realmente manda.





EL JEFE

No queremos cambiar de opinión, al contrario
que los monos y otros cerebros sofisticados. 

Eduard Punset (El viaje al poder de la mente).

 

Aparente músculo ingrávido
que habita algunas cabezas;
órgano arrugado inteligente
que a unos más que a otros, pesa.
 

Gobernador sutil, masa gris
que evita situaciones adversas.
Creador de cantos de sirena
que enturbian con humo la vista.
 

Mentiroso, embaucador, ilusionista,
pesado, machacón, insistente,
charlatán de feria, burlón, trapisondista.
 

Ciego adorador de fantasías,
laboratorio de drogas peligrosas;
constructor de castillos en el aire
que falsifica, por tu bien, las cosas.
 

Buscador de la Isla del Tesoro,
que busca con todo su empeño.
Inventor y vendedor de sueños
que ilustra sin el menor decoro.
 

Caja dotada de interruptor
que te enciende o te apaga las luces,
te introduce o te aparta del mundo
sin pedirle permiso al autor.
 

Perfecto embustero que busca
engañarse primero a sí mismo;
después que su mentira resulta,
la vende con hermoso cinismo.
 

No sé si te celebro, cerebro,
porque me han contado que mientes;
pero si estás conmigo, me alegro,
aunque, a veces, parezcas ausente.

 

(CONTINUARÁ...)


Carlos Bernal
15 de julio de 2022.



sábado, 16 de julio de 2022

jueves, 14 de julio de 2022

Una historia por capítulos cortos. Introducción




Capítulo N-1

Por decir algo.

Empezaré por cualquier sitio porque ya es tarde para hacerlo por el principio, además sería como volver a empezar y a eso es a lo único que no estoy dispuesto. Aquello estuvo bien, pero precisamente porque fue “aquello”, se quedó allí y no volvería allí por nada del mundo. Qué manía nos ha dado ahora con buscar por internet a los amigos de la infancia o del instituto para reunirse y contarnos las vidas. A quién le importa lo que te ha pasado en los últimos cincuenta años, pedazo de melón, si tú eras el tonto de la clase y te pasabas la hora de matemáticas metiéndote el dedo en la nariz mientras el profesor se peleaba con su hipotenusa (la de él) y sus catetos (nosotros) en la pizarra. O a ti, que eras un empollón que sacabas siempre dieces y luego has llegado a ser director general de nosequé, y jefe superior de nosecuántas cosas… pero sigues siendo el mismo triste empollón, nada más.

 

Así que simplemente diré que la vida no me ha tratado mal hasta llegar aquí, y con eso queda todo dicho. Y ya soy libre para iniciar mi relato por donde me parezca sin ataduras cronológicas. Además, tampoco pretendo darle forma de memorias, ni estructurarlo debidamente como haría un escritor.

 

Continuará... creo.

 

Carlos Bernal.

14 de julio (día de la República Francesa, casualmente)


Por suerte, los árboles no me dejan ver el bosque de coches que se extiende ahí abajo, pero los oigo dedicarse horribles desconciertos de bocinas bramando con la educación de sus propietarios, que parecen no haber pasado por escuela alguna.



lunes, 4 de julio de 2022

Historias de Sotogrande (4 y ùltima). El Club de Golf y los músicos.





El origen del Real Club de Golf Sotogrande está íntimamente ligado a la creación de la urbanización de Sotogrande a comienzos de los años 60. Su fundador, Joseph McMicking eligió este enclave del Sur de España para desarrollar la mejor zona residencial de la época y como núcleo y eje vertebrador de ese ambicioso proyecto, se fundó en 1964 el Real Club de Golf Sotogrande. (Tomado de wikipedia)
 

En los años 80 ya triunfaban por allí los grandes golfistas españoles como Solozabal y Severiano Ballesteros.

 

Dña. Emma Villacieros de García-Ogara fue presidenta del Club de Golf Sotogrande desde 1979 a 1989.
Tuve ocasión de conocerla y tratarla en varias fiestas finales de torneo que nos tocó amenizar. Esta mujer, a la que todos llamaban Emma, era muy cordial y disfrutona. En cuanto se acababa el acto protocolario, sacaba sus zapatillas del bolso, se quitaba los tacones y se dedicaba a bailar todo el rato. Siempre nos decía que le gustaban mucho las canciones que llevábamos en el repertorio. Así que repetimos tres veces.
 

El golf en Sotogrande era y es la razón de ser de la propia urbanización. Así fue concebida por su creador Joseph McMicking en años 60, y así sigue.

 

Como digo, creo que estuvimos tres veces amenizando la cena que tenía lugar después del acto de entrega de trofeos al final de los torneos de cada año. Y he de decir, que para ser de la altura deportiva y financiera que era, nos trataban un poquito peor que en el Polo o en las fiestas privadas, por supuesto. Digo esto porque recuerdo los cabreos que solía pillar cuando veía que nos habían dejado para actuar un espacio pequeño junto a la barra del bar donde, yo sabía, se iba a agolpar la gente pidiendo y nos iban a machacar.

 

Y efectivamente así ocurría. Y de nada servía hablar con los responsables que, poniendo la misma cara anodina que una de las pelotas que utilizaban los golfistas, lo dejaban rodar… Hasta llegué a decírselo a Enma, la presidenta. Pero claro, ella estaba en ese momento para disfrutar y me decía no te preocupes, vamos a bailar ya verás que bien te lo pasas… Y a mí que, encima, no me gustaba bailar, pues me iba con una cara de quince metros. En fin, al final cobrábamos, cenábamos, nos tomábamos nuestra copita… y a casa, que mañana será otro día.

 

Pasados ya muchos años de aquellas experiencias musicales que compartí con el bueno de Juan, que en paz descanse, lo que me queda es el agradecimiento a la vida por haber tenido la posibilidad de conocer a ese tipo de gente a la que no vemos nunca en ninguna parte, por razones obvias; esos que viviendo en sus grandes mansiones, tras sus altas tapias y enormes árboles, están tan en nuestras antípodas que no solo somos como dos rectas paralelas que nunca van a encontrarse, sino que además cada vez seremos más divergentes, viviendo en dos universos de irreconocibles e irreconciliables dimensiones. Creo que más que nada, se trata de que aprendí a comprender ese mundo de millonarios que jamás van a entender los problemas de la gente común que se levanta cada mañana para ganarse el pan y tratar de llegar a fin de mes. Y eso no es justificarlos, es aceptar simplemente su existencia.
 

Si por aquellos años 80 ya lo veía así, imaginaos ahora, cuando hay un nuevo milmillonario cada 30 horas desde el inicio de la pandemia, mientras crece de modo  exponencial el de personas en estado de pobreza extrema.

 

Gracias por leer estos recuerdos y pequeñas reflexiones, familia.

 

Carlos Bernal, 30 de junio 2022.


sábado, 2 de julio de 2022

Historias de Sotogrande (3) El Club de Polo.



Seguramente, de aquellos clubs que se arracimaban en el emporio de Sotogrande, el de Tenis, el de Golf… el que más hispanos congregaba era el de Polo. Todavía no sé por qué razón. Tal vez fuera por las familias argentinas que llevaban el mantenimiento del club y por su manera de ser tan afable, comunicativa y cariñosa. En realidad no tengo una explicación más razonable.

El club de Polo que yo conocí en los años 80 tenía unas oficinas muy lujosas y unos campos de entrenamiento y de competición de los mejores de la España de ese momento. Los encargados de que todo funcionara eran una familia argentina. Ellos y sus empleados  se ocupaban de todo, de los caballos, las cuadras, los entrenamientos, el cuidado de las pistas, de los campos… Recuerdo que la familia la formaban dos o tres chicos jóvenes -de entre 20 y 30 años- su padre y su madre. Todos eran unas excelentes personas, siempre dispuestas a atenderte y a cuidarte con un mimo muy especial y adorable. Jamás fuimos a verlos para algo, lo que fuera, que no te hicieran pasar, sentarte, tomar algo, charlar, y hasta ofrecerte quedarte a comer. Eran increíbles, de un trato exquisito.

Si la memoria no me falla (que me fallará seguro) tocamos en tres ocasiones en el Club de Polo de Sotogrande. Y siempre con ocasión de la fiesta que se celebraba para la entrega de trofeos del  Campeonato de Polo Internacional que se celebraba cada cierto tiempo, no recuerdo ya si era si cada año.

Pero quiero contaros lo que vivimos el año que, por la razón que luego entenderéis, se me quedó fijado en la memoria. Y Juan lo contaba siempre mucho mejor que yo. Él tenía mucha gracia para contar las cosas que habíamos vivido…

Como ya he dicho, en el Club de Polo se vivía un ambiente muy hispano, cosa que en el golf no ocurría, donde se respiraba un aire mucho más anglosajón.

Aquel año, no sé cuál de los 80, la fiesta incluía una descomunal barbacoa cuya instalación ocupaba varios centenares de metros. Tratándose de argentinos organizando, no me sorprendió cuando llegamos por la mañana.

Las barbacoas que se habían preparado al efecto eran enormes, con parrillas del tamaño de somieres de camas de matrimonio sobre las que se tirarían literalmente, horas después, pollos enteros, enormes chuletones, patas de cordero, costillares enormes, etc…

Desde por la mañana fueron apilando cantidades ingentes de leña y haciendo piras con ellas. Las llamas alcanzaban más de dos metros hasta que poco a poco, a lo largo del día se fueron quemando, convirtiéndose en ascuas y distribuyéndose por las distintas barbacoas. Con una cerveza en la mano, disfruté del espectáculo de ver a estas personas trabajar en lo que siempre han sido expertos: preparar la carne mejor que nadie.

Nosotros fuimos a trabajar en lo nuestro, colocación de equipo en la zona asignada y prueba de sonido consiguiente. Todo bien.

Nuestro planteamiento de repertorio fue:

“Como aquí va a ver muchos hispanos, nos vendrá bien tocar todo lo que llevamos de música sudamericana. Bien, dijimos. Así que saca a Pablo Milanés, Silvio Rodriguez, Carlos Puebla, etc.” Y claro, la canción del Comandante Che Guevara no podía faltar. Estábamos la España de los años 80.

La noche era preciosa. Cielo despejado, luces adecuadas, calor mediterráneo y ambiente muy agradable. Todo iba sobre ruedas. Mientras las personas invitadas disfrutaban de la barbacoa, la actuación empezó y fuimos poco a poco desgranando las canciones elegidas.

Los acordes de Mi mayor, La Mayor y Si 7ª me dieron paso a empezar a cantar esa letra que dice: “Aprendimos a quererte/ desde la histórica altura/ donde el sol de tu bravura/ le puso cerco a la muerte/ Y aquí se queda la clara/ la entrañable transparencia/ de tu querida presencia/ Comandante Che Guevara…

En ese momento, o algo después, no recuerdo, Juan paró de tocar el teclado diciéndome:
“Para, Carlos, que un tío ha sacado una pistola”.
La verdad es que yo la pistola no llegué a verla. Solo oí que alguien gritaba: “Ni una canción más de Castro, ni una más”.

Inmediatamente se armó un revuelo en torno a esta persona, vi que acudía gente de la organización y que se lo llevaban fuera. Nunca más volví a saber de este pistolero.
Continuó la fiesta, seguimos tocando y no alteramos el repertorio. Pero la canción del Che ya no la terminamos, del mal cuerpo que se nos había puesto.

Cuando acabó la música y nos tomamos una copa con la gente, apareció una joven que luego nos dijeron era hija del pistolero cubano. Estuvo conversando con Juan y como vi que se iban a enganchar en una discusión acalorada y absurda, lo cogí del brazo y me lo llevé a otro corrillo. No hubo más.

Aquí nuestra reflexión posterior:
¿Cómo íbamos nosotros a saber que Fulgencio Batista Zaldívar y toda su cohorte se habían exiliado en esta zona? De hecho, el dictador cubano residió en Marbella hasta su muerte en 1973. He leído también que está enterrado en Madrid. Franco dio cobijo a muchos dictadores del momento. Y en la costa mediterránea española, desde Tarragona a Sotogrande, se refugiaron un buen puñado de líderes nazis del ejército de Hitler buscados en esos años por todo el mundo. Aquí nadie se metió con ellos.

En fin, la cosa terminó bien pero podía haber acabado mal, muy mal para los que estuvimos tocando esa noche en el club de Polo.

La organización nos pidió mil disculpas y todo se quedó en un susto grande. Peor cara se le puso a Juanito, que vio blandir una pistola en la noche de Sotogrande.

(Continuará…)










Carlos Bernal, 
30 de junio de 2022.