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jueves, 7 de octubre de 2021

ESCAQUE

 




La calma reina en la mesa de la esquina, al fondo del salón. Como en un continente seguro, apenas los ruidos del exterior perturban la paz de la estancia. Dobles cristales y gruesos cortinajes son la frontera a cualquier injerencia. Nada debe inquietarnos.

El tablero, apagado como la tarde, contagia su inacción a las piezas. O tal vez sucede al contrario, y es la inmovilidad de los sujetos -cada uno en su confortable escaque- la que proporciona la tranquilidad al escenario.

Y sin embargo, en seguida se observan sacrificados peones avanzando uno a uno frente al enemigo. Su flagrante vulnerabilidad, su obcecada entrega. Las luchas más cruentas se darán en sus filas. Morirán en tamaña
 empresa.


La prepotencia de las torres creyéndose inexpugnables. Pero torres más altas han caído.

La suficiencia de la dama, tan segura de sí misma, tan soberbia. Con su poder amenazante, mortífero. Y su calculada estupidez.

La torpeza del rey, con sus problemas de movilidad:
Un paso a cada lado, uno adelante y otro atrás para volver adonde estaba. Ora a derecha, ora a izquierda, según convenga. ¿Tanto pesa la corona?

La ligereza de los alfiles, bailarinas de ballet con cuchillos en vuelo cruzado, partiendo en dos el tablero. Aviadores avisadores en zigzag. Comunicadores del próximo peligro.

Y la destreza de los caballos, hábiles calculadores del salto y del escaque a su alcance. Tal vez ayuden a escapar al rey, más hípico que épico.

¿Veis ahora el tablero tan revuelto como yo?

Carlos Bernal
8 oct 2021.
 
 
 
 
 


2 comentarios:

  1. Veo a alfiles y caballos cumpliendo con su deber lejos de su inicial seguridad y proporcionando al torpe coronado la oportunidad de estar más seguro con el enroque.

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    1. Totalmente, amigo. Muy bien pillada parte de la idea. Gracias por leerme. Abrazos.

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