SAN VALENTÍN, El Día D

 

No son las rosas de un día

compradas en Amazón,

las que ganarán más pronto

el camino a su corazón.

(Las flores no hablan de amor,

son cosas del telediario;

las flores se están quejando

cortadas, ¡Ay, dolor!).

No es la cena reservada
en un restaurante de lujo

la que abrirá puertas cerradas

hace ya varios lustros.
(Aunque un ojo de la cara
te dejes en el asunto).

 

No son las canciones de amor,

con voz impostada al uso,

las que traerán calor

donde hay frío ya en exceso.
(El trovador cobra al peso
los versos de los te quiero).

 

San Valentin es un mujeriego

que no tiene corazón.

Vive en el Corte Inglés,

y tiene un fondo de inversión

con sede en un banco noruego,

y otro en uno escocés.

Dicho todo lo cual,
es muy bonito escuchar
que alguien te diga te quiero;
dos palabras que aciertan
(aunque mucho no se prodigan)
y suelen echarse de menos.

Por eso, yo que soy viejo
y ando el camino de vuelta, 

te regalo un pergamino
lleno de muchos “te quiero”.

(Puedes ponerlo a tu nombre,

ella no se dará cuenta).