Al otro lado del mal, de todos los males,
siempre estará el mar con todos sus mares.
Justo enfrente, y plantando cara.
Será la contrapartida, la cura,
el ansiado tratamiento.
Vendrá y traerá sus vientos,
con la furia de sus olas.
Ahogará en azul cualquier intento
que el odio pretenda acercarnos;
destrozará su tóxico veneno.
Y los males tendrán que marcharse.
Y si no se van, los echaremos.
Seguidores
lunes, 21 de diciembre de 2020
El mar y los males
viernes, 18 de diciembre de 2020
La Navidad cantada
Una versión del clásico villancico Campana sobre Campana, para este grupo de Voces Amigas Ceuta.
Ha sido para mí un placer colaborar con ellos cantando. Espero seguirlo haciendo en próximos proyectos corales (si me admiten, claro)
Dejo aquí el enlace para los amigos y amigas (que ya son pocos) que aún no lo han visto en Youtube:
https://www.youtube.com/watch?v=_51Y7x-HqYk
miércoles, 16 de diciembre de 2020
La mesa
Probablemente, el mueble de la casa que está más unido a nuestra sentimentalidad sea la mesa. En torno a ella viven la mayoría de nuestros recuerdos familiares más queridos -y también dolidos-
Esa tabla de distintas formas, modelos y dimensiones; apoyada en cuatro o más patas; presidiendo el salón o arrinconada en una esquina del cuarto; construida con distintos materiales según las épocas y los gustos, sabe mucho de nosotros.
Es la mesa tan importante, que prácticamente -salvo el descanso horizontal y alguna cosa más- no hacemos nada que no esté apoyado, escrito, pensado, o dirigido desde una mesa.
Muchas mesas desde siempre han marcado la vida. Se han declarado guerras y se ha firmado la paz durante siglos encima de una mesa. Las democracias tienen sus instituciones gobernadas desde las mesas. La Mesa del Congreso de los Diputados, del Senado o de otros Parlamentos, presiden y deciden en el acontecer diario de esas instituciones. Mesas que mandan mucho.
Los científicos celebran congresos con mesas redondas donde se exponen los avances médicos que nos librarán del mal, amén. Así como hay Mesas Coloquios, donde sesudos pensadores disertan, exponen y debaten IDEAS -ya casi en peligro de extinción, lo de las ideas, digo-.
Pero yo me quedo con las mesas más cercanas y modestas. La del comedor de los domingos de paella y risas con sobremesa de guitarra. Y la mesa camilla de las intimidades contadas a media voz, los secretos bien guardados, los “esto que no salga de aquí”. Hoy me recordaba mi hijo aquella mesa de todas las infancias que tenía dos planos compartidos: Por debajo, el del hermano pequeño creyéndose escondido -ratos de buceo infantil bajo la mesa-. Y el de arriba, con la madre cosiendo, la hija haciendo los deberes del colegio y el padre leyendo el periódico.
Y en estos días próximos, los de Navidad, nada tan definitivo como la mesa del comedor en cada casa. En un audio entrañable, me contaba hace poco mi prima Mar, cómo el paso del tiempo ha quedado marcado, escrito para siempre en esa mesa de Navidad año tras año. Esa mesa que fue creciendo y a la que se fueron sumando felizmente miembros: novios, cuñadas, sobrinos… Y en la que después, tristemente, fueron haciéndose huecos inmensos, eternos, insustituibles…
Están, además, las mesas menores en tamaño pero no en transcendencia. La mesilla de noche, la que conoce secretos de alcoba casi innombrables. Y la mesita del recibidor, que guarda las llaves y sabe de visitas inoportunas y portazos de adolescente malhumorado.
En suma, tan importante en nuestras vidas la mesa. ¡Niña, pon la mesa! Esa cuestión que hay que poner encima de la mesa… Deberíamos sentarnos “en la mesa” y debatir… (siempre pienso que debería decirse sentarnos “a la mesa”). Nos reunimos hoy en esta mesa… Preside la mesa…
Terminaría pidiendo permiso al camarero para juntar las mesas, costumbre muy española -y así cabemos todos-. Ay, habrá que esperar mejores días…
¡Ah! Y si se me ha olvidado algo, dejadlo encima de la mesa, por favor.
martes, 1 de diciembre de 2020
Queridos Reyes Magos:
Quiero un cielo estrellado,
sin nubes que atormenten;
quiero muchos tejados
que den cobijo a las gentes,
calor en los días que vienen
y sombra fresca en verano.
Quiero que nadie esté solo;
menos ruido y más nueces;
que salga de verdad para todos
el sol cuando amanece.
Que las calles no sean caminos
para ir a ninguna parte;
que puedas elegir un destino
sin tener jamás que humillarte.
Que enero sea un mes frío
solo en los mapas del tiempo;
que las tardes sean braseros
donde sigan ardiendo miradas,
y que nadie pida la baja
en el teléfono de la esperanza.
Quiero rimas que no esclavicen,
palabras que agarren en versos
antes que el sol las abrase
o que el tiempo las olvide;
versos que miren al Sur
antes que el viento los hiele
en la cara norte de un poema
que no llegará a primavera.
Pero ¿qué estoy escribiendo?
Ahora que voy pensando…
Estos regalos que quiero
no los traen los Reyes Magos.