En estos días que no son de ningún mes
y que por costumbre, más que nada,
adjudicamos a un calendario.
Irremediablemente repetidos
como el canto del jilguero
y sus paseos de jaula.
Con un tiempo leído en zapatillas
y una taza de té en la mano.
Cuando la peor pesadilla
no transita madrugadas.
En estos días, digo,
sacados de quicio,
quiero pensar con el corazón
y sentir con la cabeza.
Doler a kilómetros de distancia.
Ser leal como las piedras al camino.
Saber que el destino
nunca estuvo escrito.
Cambiar las noticias
por un soplo de aire fresco.
Hacer lo que esté en mi mano
por mejorar un poco la vida.
Cicatrizar las heridas
de aquello que hizo daño.
Soldar, con amor de estaño,
cada grieta sobrevenida.
No acertar a la primera
con la palabra elegida,
pero esperar siempre palabras,
pero escuchar siempre palabras,
pero aceptar siempre palabras.
Desaparecer como el Guadiana
y sorprenderte en una esquina.
Creer en los jóvenes
y crecer en los jóvenes.
Buscar la utopía por encima
de mis posibilidades.
Dedicar las mañanas al viento
y las tardes a los sueños.
Brindar con la noche, al aire,
porque triunfe en su empeño
de ponerle magia a la vida.
Con preguntas, con argumentos,
con los sentidos recuerdos
que todos llevamos dentro.
Con letra y música de canciones
que nunca se han compuesto.
Con cavilaciones que no te cuento.
Sin más afán que poner piedra
sobre piedra construyendo sensatez;
que coser los rotos que aparecen;
que zurcirle el calcetín a la vida;
que tender puentes -si supiera-
sobre aguas turbulentas
entre orillas divergentes;
que torear las embestidas
de tanto loco cornigacho
como brota entre las ruinas.
Odiar solo las deslealtades
donde quiera que se encuentren.
Continuar escapando a las nubes
cada vez que me espante la Tierra.
Y soñar por las ventanas
cuando las puertas me cierran.
y que por costumbre, más que nada,
adjudicamos a un calendario.
Irremediablemente repetidos
como el canto del jilguero
y sus paseos de jaula.
Con un tiempo leído en zapatillas
y una taza de té en la mano.
Cuando la peor pesadilla
no transita madrugadas.
En estos días, digo,
sacados de quicio,
quiero pensar con el corazón
y sentir con la cabeza.
Doler a kilómetros de distancia.
Ser leal como las piedras al camino.
Saber que el destino
nunca estuvo escrito.
Cambiar las noticias
por un soplo de aire fresco.
Hacer lo que esté en mi mano
por mejorar un poco la vida.
Cicatrizar las heridas
de aquello que hizo daño.
Soldar, con amor de estaño,
cada grieta sobrevenida.
No acertar a la primera
con la palabra elegida,
pero esperar siempre palabras,
pero escuchar siempre palabras,
pero aceptar siempre palabras.
Desaparecer como el Guadiana
y sorprenderte en una esquina.
Creer en los jóvenes
y crecer en los jóvenes.
Buscar la utopía por encima
de mis posibilidades.
Dedicar las mañanas al viento
y las tardes a los sueños.
Brindar con la noche, al aire,
porque triunfe en su empeño
de ponerle magia a la vida.
Con preguntas, con argumentos,
con los sentidos recuerdos
que todos llevamos dentro.
Con letra y música de canciones
que nunca se han compuesto.
Con cavilaciones que no te cuento.
Sin más afán que poner piedra
sobre piedra construyendo sensatez;
que coser los rotos que aparecen;
que zurcirle el calcetín a la vida;
que tender puentes -si supiera-
sobre aguas turbulentas
entre orillas divergentes;
que torear las embestidas
de tanto loco cornigacho
como brota entre las ruinas.
Odiar solo las deslealtades
donde quiera que se encuentren.
Continuar escapando a las nubes
cada vez que me espante la Tierra.
Y soñar por las ventanas
cuando las puertas me cierran.
Es octubre
Nubes saladas trasladan las calles
a la primera línea del viento
Un cielo de arañazos
nos va tiñendo la tarde.
Yo sigo en la playa, mirando,
cómo van llegando las olas,
una tras otra, tras otra…
Y cómo vuelan las alas
de cada promesa rota.
a la primera línea del viento
Un cielo de arañazos
nos va tiñendo la tarde.
Yo sigo en la playa, mirando,
cómo van llegando las olas,
una tras otra, tras otra…
Y cómo vuelan las alas
de cada promesa rota.
Carlos Bernal
29 Sep 2020
29 Sep 2020
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