Dejad que el río siga,
como la vida, su curso.
Que se desmonte sin prisa;
que en la curva dormida
entre placeres de siesta,
se adivinen las tardes
de los besos de entonces.
Dejad que el río siga
entre brillos de bronce;
que le lleve su calma
a la prisa del barco;
que termine en la playa
donde duermen las olas,
y que muera escuchando
los ruidos del puerto.
Dejad que el río siga
y que siga viviendo
en todas las miradas
que han sabido mirarlo.
Carlos Bernal
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