A esa hora en que nadie habla con nadie,
cuando todos los ojos son extraños,
las agujas del reloj de madrugada
te despiertan pinchándote la espalda.
Cuando sobran los consejos que mereces
y algunos sueños se cambian de cama;
cuando no te da la gana ser prudente.
Cuando un vaso que se rompe es un estruendo
y el sonido de unos pasos un espanto;
cuando el sol está durmiendo en occidente;
cuando ya no se divisa el horizonte
y la noche, por fin, nos iguala;
cuando aún no se adivina por qué norte
se llevarán las luces a las sombras;
cuando aún no se dibujan las esquinas
que tendrán las calles de mañana.
Cuando todo en el alféizar son tinieblas
y hasta el brillo de una vela te delata;
cuando no hay salidas de emergencia…
Es entonces cuando estás solo ante ti
y no sirven para nada las caretas
de esta absurda fiesta de disfraces
en la que ya es inútil disfrazarse.
Carlos Bernal.
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