no era un modo de ganarse la vida;
y devolvió, a quien le había regalado,
todos sus títulos nobiliarios.
Rompió relaciones diplomáticas
con todos los países de habla hispana
que no pronunciaban la zeta.
(Esto, que parece absurdo,
le tuvo siempre obsesionado)
Rompió también sus títulos,
-el de Primaria, que había estudiado,
y los que llegaron de regalo-.
Despidió a sus serviles lacayos:
el mayordomo filipino,
la cocinera francesa,
y el cuidador de caballos,
-su mejor y más tierno amigo-.
Escribió un tuit para decir
“Este marqués ya no está disponible”.
Siempre supo que estaba loco,
pero no encontró nunca un siquiatra
que lo pusiera por escrito;
ni un notario que lo validara
cuando quiso hacer testamento.
Pensó llegado el momento
de dejar -de su puño y letra-
sus últimas voluntades:
“Si muero en tierra extraña,
que me traigan a mi patria
y me entierren en la iglesia,
en la cripta, junto al abuelo;
él lo dejó todo pagado”.
Harto de su alegría ficticia,
del cansino “sé siempre positivo”,
se subió a sus hombros un día
y se lanzó de cabeza al vacío.
Por suerte para el marqués,
sus hombros no estaban tan altos;
solo se destrozó aquel brazo
que tanto había levantado.
Hoy luce un cuerpo lastrado,
y el brazo que otrora izara,
lo tapa su vieja camisa,
terminando en puño cerrado.
Carlos Bernal.
Extraño marqués éste. Tan extraño como yo que ahora me dedico a robar o coger prestados cuadros de todos los museos del mundo y encima lo público a los cuatro vientos:
ResponderEliminarUn gran vacío en el Czartoryski.
Por fin estás a mi lado, ya nunca te dejaré. Eres solamente para mí. Los días y las noches serán exclusivamente para nosotros. Siento el dolor que pueda causar a tus admiradores; pero sólo serán unos años. Cuando yo muera, volverás con ellos, mi bellísima y adorada dama del armiño.
Jajajajaja, espléndida historia. Pero ten cuidado, que lo mismo se enteran que tienes las obras y te asaltan tu maravillosa comodidad doméstica que disfrutas. Un fuerte abrazo.
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