El libro mustio guardará, en silencio,
todo el tiempo que quieras, su historia.
Y en sus hojas ajadas y amarillas,
aunque parezcan ya muertas para siempre,
conservará perfecto su mensaje;
pues no tiene fecha de caducidad
ni tampoco de consumo preferente.
Guardando susurros de biblioteca
en la quietud de su árbol de estantería,
verá pasar el tiempo con parsimonia,
-esa unidad de medida que mantiene
en la quietud de su árbol de estantería,
verá pasar el tiempo con parsimonia,
-esa unidad de medida que mantiene
la calma eterna propia de los dioses-.
Hasta el día en que tus ojos revelen
las letras que retuvo su memoria.
Y entonces regresarán del olvido
sus palabras brillantes por el aire,
como rayos de luz recién nacidos
en un mundo que había estado oculto.
Y ya siempre quedarán en el recuerdo
del que supo interesarse por el libro...
Así traspasan las lindes del tiempo
esos mensajes imperecederos;
en mochilas intergeneracionales
que son los libros durmiendo estanterías.
Pero habrá que escribir más libros
por todos los que quemaron,
y los que hoy siguen quemando.
Igual que plantar más árboles
por todos los que cortaron
y los que hoy siguen cortando…
por todos los que quemaron,
y los que hoy siguen quemando.
Igual que plantar más árboles
por todos los que cortaron
y los que hoy siguen cortando…
Igual que contar las vidas
de todos los que mataron
y los que hoy siguen matando…
de todos los que mataron
y los que hoy siguen matando…
Carlos Bernal
29 de septiembre de 2024.
Felicitaciones, amigo mío, por este texto tan clarividente que nos invita a meditar. Gracias...
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras, Anónimo. Un placer tenerte por aquí. Un abrazo
Eliminar