Saludan con la humildad del que pide,
y la dejadez del que no espera respuesta.
No tienen luz ni tampoco esperanza.
No hay exigencia en los ojos del mendigo.
Miran sin ver desde el cristal acuoso
que hace invisible su ruego a la gente.
A veces ven pero ya nunca miran.
Igual que yo los miro sin verlos.
Seguramente hubieran querido,
seguramente, preguntarme, en otro tiempo,
seguramente preguntarme tantas cosas…
Pero sus ojos no quieren ver ya lo que miran.
Y luego están los ojos de la tarde
que van llenando escaparates luminosos,
de ojos que compran, de ojos que ríen,
de ojos de plástico que llevan paquetes.
Son tantos ojos, son tantas luces…
pero se borran en los ojos del mendigo.
Y sus ojos me dan las buenas tardes
aunque saben que los miro sin verlos,
con esos ojos de mirada líquida
con que miran los ojos invisibles.
En un cartón se recoge una moneda
mientras se cierra la puerta del super.
La noche trae niñez a los sueños
que abrigan los ojos del mendigo.
Carlos Bernal
27 de Nov de 2023
Qué hermoso poema y cuántas verdades!!
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario, María. Vuelve por aquí.
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