El autor mostrando el libro, con su ilustrador Javier Pedraja |
Su libro es el fondo de armario
de donde saca los trajes,
para vestirnos de historias
que nos aniñan la tarde.
Y corremos a la calle
a sudar cada pelota,
a saltar con cada cuerda.
Y vuelven personajes
de un tiempo ya remoto
que recorrían el barrio
con el silbato que avisa.
Afilando los cuchillos,
trayéndonos las cartas,
soldando con estaño,
prestando su dinero,
o con cestas de pasteles
que nos endulzan la tarde.
Del libro salen olores
a vino barato y arenques
de la tienda de ultramarinos;
a tahona familiar
y a pan recién hecho,
a vendedores de leña
que llegan de madrugada.
Hay un cielo de golondrinas,
y niños correteando
juegos interminables
entre las calles amigas.
A veces hay escalones
que sangran una rodilla
que cualquier madre nos cura.
Joaquín nos trae de vuelta
palabras felices que viven
un rincón de la memoria.
Embarca en aquella “Paloma”,
que una vez al día
nos unía a la Península.
Baja a comprar al kiosco
que llamábamos “carrillo”,
y sube a la “camioneta”,
que va a dejarle en el Morro.
Usa palabras antiguas,
que son las piedras preciosas
recogidas de la playa;
cristales de colores,
sueños infantiles
que una mar brava tallaba
sentada en aquélla orilla.
Leer a mi amigo Joaquín
sus 55 doradas historias,
es trenzar instantes felices
de aquella niñez de gloria.
(A Joaquín Guzmán Marín, por su libro “Mi Ceuta”)
Carlos Bernal
4 de agosto de 2023.
Sólo puedo decir de un poema de un poeta amigo y admirado: Entrañablemente delicioso, preciso, dulce y amoroso. Y, sobretodo, bello.
ResponderEliminarMuchas gracias, Mariangeles, por tus lindas palabras. Un fuerte abrazo, amiga.
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