Nada más triste que un espacio en blanco;
ese que dejo entre versos inconclusos.
Y sin embargo, como nadie lo prohibe,
lo corrige, ni tampoco lo suscribe,
a ese desierto de palabras
yo le llamo verso libre.
No es un verso en construcción,
es un solar abandonado
sin un cartel de se vende,
sin valla que lo proteja;
ni siquiera hay perro guardián
que defienda el territorio.
Nadie contesta al ¿hay alguien?
Nadie da fe del lugar
Por no haber, no hay ni mala hierba
que le dé cierta presencia.
Es un auténtico erial;
el erial de la palabra.
Y me pregunto adónde irán
las palabras que no encuentro...
¿En qué extraño universo
van a dar con su descanso?
¿Habrá un remanso de paz
donde, dormidas, las palabras,
de mi vocabulario suprimidas,
entren en una eternidad,
digamos, un cielo de palabras?
Pues algún mérito tengo,
ya que estoy contribuyendo
mucho más que muchos otros,
a enviar a ese universo
de las palabras perdidas
una ingente cantidad,
que voy cada día olvidando
y que no vuelvo a encontrar.
Carlos Bernal
11 de octubre de 2020
No hay comentarios:
Publicar un comentario