Vivir en la paz de un barco atracado;
su silente apariencia,
su cadencia de proa,
su espaciado murmullo.
Bailando al vaivén caprichoso del viento,
al compás que le marcan las olas,
al desdén que le deja la tarde.
Tirantando los cabos de amarre
con ese olor a cuerda flotante,
a limo que espera,
a peces dormidos.
Con los ruidos que bajan la tarde,
que cambian de marea,
que escriben poemas...
me alejo una vez más de poniente.
Mientras llegan traíñas al puerto
que como una madre los llama,
se despide otra tarde de pesca,
otra tarde hasta mañana.
Carlos Bernal.
Bálsamo para el alma y paz para los sentimientos. Gracias por estos regalos.
ResponderEliminarSigue componiendo poemas pero no te alejes mucho, ni por poniente ni
por levante. Un abrazo.
Gracias a ti, amigo, y a todos los que me siguen por aquí y en facebook. No suelo alejarme mucho, cada tarde bajo hasta el puerto, a ver los barcos llegar y al sol marcharse con la calma que tienen las cosas naturales, las que el hombre aún no ha contaminado...
ResponderEliminarDe nuevo, me hace sentir las mismas sensaciones que sentí muchos años atrás, cuando iba con mis padres a Ceuta.
ResponderEliminarYo pequeño. Y sentía precisamente eso. Pero no lo podía contar a nadie. Creía que era tonto por sentir esas cosas!
Que iluso!
Si ya de pequeño eras capaz de sentir esas sensaciones, tenías muy poco de tonto y mucho de persona sensible. Me alegro mucho de haberte devuelto esas sensaciones de entonces. Un abrazo y gracias por leerme.
Eliminar