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martes, 13 de agosto de 2019

Inventario (a día de hoy)



Veamos, qué tengo:
Un buen puñado de años,
cuatro o cinco certidumbres,
muchos amigos en redes
y pocas redes de amigos;
libros de buenos poetas
y mucha música rondando.


Una infancia muy feliz,
película en blanco y negro:
niños jugando en el barrio,
voces de madres llamando.
Después, un largo destierro.

Un poemario -en proyecto-
que he plantado en semilleros,
por si van creciendo estrofas
o son solo versos sueltos.

El alféizar de una ventana
donde me apoyo a pensar;

nube donde escribir
sin gastar gota de tinta. 


Olores a yerbabuena,
a albahaca y a tomillo,
a romero y perejil.
El Sol saliéndome al paso,
la Luna durmiendo el pretil.

Algún cruce de caminos
-no había entonces rotondas-

donde vi qué decidir:

Elegir lo que elegí
o lo que no hube elegido.

La cabeza en otra parte,
la vista puesta en el mar
-siempre que fuera posible-,

unas manos poco fiables
y una guitarra sin prisa.


Ah, y además tengo la risa
como un remedio familiar
para apagar la tristeza,
esa que sabe llegar
a marcar las horas malas.

¿Qué más se le puede pedir
a una vida regalada?
 


                                         Carlos Bernal, agosto de 2019.

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